9/4/10

La casa tradicional en Bagdag

Fuente: Tocho

La desesperación y la indignación sacudieron a algunos arquitectos iraquíes mayores cuando observaban cómo las propuestas de modernización y rehabilitación de Bagdad, presentadas por arquitectos y promotores en el exilio, casi siempre localizados en los Emiratos Árabes, en el reciente congreso sobre preservación del patrimonio urbano iraquí que tuvo lugar en Bagdad, consistían en la sistemática destrucción de casas y barrios enteros, a menudo densas y compactas estructuras de barro o de ladrillo de dos plantas, dañadas o dejadas, pero restaurables, en favor de edificios mucho más altos y envueltos en baratos muros cortina azules eléctrico provenientes de China, -que también imperan en Barcelona, como se comprueba cerca de la plaza Cerdá-, a los que se recurre cuando se busca un "aspecto moderno" y no se quiere perder el tiempo componiendo fachadas.

El arquitecto iraquí Subhi Al-Azzawi, sin embargo, defendió brillantemente y con pasión un sistema tradicional de ventilación, usado hasta hace poco en Bagdad, y de gran eficacia, como se pudo comprobar durante la visita del Museo de Bagdad, instalado en una de las pocas casas tradicionales preservadas: el badgir, cuyo aplicación, ahora que los muros de vidrio sufren por fin el descrédito en favor de muros espesos, de gran inercia, capaces de regular la temperatura, podría no limitarse a la capital iraquí.El badgir es un sistema de captación de los frescos o más frescos vientos o brisas del norte. El muro perimetral de la fachada sur se compone de dos paramentos paralelos de ladrillos macizos. El más exterior se eleva y se corona con una "visera", de manera que capta y retiene el aire del norte que se desliza por el espacio vacío entre los dos paramentos, de modo semejante a cómo funcionan las altas torres de aire iranís (llamadas también bagdir), tan presentes aún en ciudades como Yazd e incluso Isfahán.


En las estancias situadas al sur, a media altura, el vacío entre ambos paramentos conecta con unas hornacinas semejantes a chimeneas, abiertas a media altura en la pared sur de las estancias, en cuya repisa se dispone un búcaro lleno de agua fresca. La corriente descendente se humidifica, y logra que la temperatura de la estancia, que en el exterior alcanza en verano los cincuenta grados, baje unos doce grados.

Por otra parte, estas estancias (llamadas sirdab, nombre que se aplica también a salas enterámente subterráneas o sótanos, utilizados como estancias) están semi-enterradas. Se accede a ellas desde el patio central, descendiendo unos escalones. El suelo se sitúa unos cincuenta centímetros por debajo del nivel del suelo del resto de la planta baja. Es precisamente en estas estancias, refrescadas tanto por la humedad que asciende del suelo (el nivel freático en Bagdad está a ras del suelo) cuanto por los "canales" de ventilación, donde las familias pasan las horas más calurosas del estío, esperando subir a la terraza cuando el sol se pone.

Este doble sistema de ventilación y humidificación, reforzado por los gruesos muros de la ladrillo y la ausencia de ventanas hacia las callejuelas (la casa se abre hacia el patio), logra que los aparatos de aire acondicionado, incluso los ventiladores eléctricos, sean inútiles. Una solución denostada por quienes sueñan con la imagen de Dubai.

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A pesar de los graves problemas por los que pasa el país, y los terribles atentados que sacuden la capital a diario, Bagdag sueña ya con la normalización de su vida civil y la reconstrucción urbana. Su latitud, cuatro grados más al Sur que Sevilla, hace que su clima pueda ser muy similar al de nuestros tórridos veranos y tal vez podríamos tomar como ejemplo de arquitectura verdaderamente sostenible su ingenioso sistema de ventilación. Con él se demuestra que la sostenibilidad puede aprovechar más de la tradición que de una tecnología que si bien puede resultar eficiente, sigue siendo contaminante a la hora de producir los componentes y aparatos necesarios para esa eficiencia.

Es muy acertada la reflexión del autor sobre la "influencia dubaití" en la reconstrucción de Irak y la falsa imagen de modernidad que se pretende dar con el vidrio y el acero, cliché casi centenario todavía recurrente; también es muy elocuente al decir que los muros de vidrio sufren por fin el descrédito en favor de muros espesos, algo a lo que han abogado desde siempre los arquitectos clasicistas como Quinlan Terry en Diseñando un futuro sostenible.

Por último no podemos menos que elogiar a los iraquíes por la defensa de su arquitectura vernácula y ojalá que tomáramos ejemplo del tesón de este pueblo que defiende y demuestra los verdaderos valores de la arquitectura sostenible.

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